El pequeño cortejo avanza por el parque.
Solo cuatro personas: su hija, su abogado… y no recuerdo quien más.
No están allí ninguno de los niños que fueron parte de su triste y larga agonía, por esos caminos sin dios que los amparase.
Es el epílogo de su vida, algo así como una extraña despedida…
Nada de él quiere nadie: ni caricias, ni lágrimas, ni laudes que griten por las noches su nombre.
Pero jamás será olvidado… sus niños cada día lo recuerdan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario