Y mañana temprano tomaríamos un avión de colores, rumbo al mar, a pescar Pejerreyes, como a ti tanto te gusta.
Y en la tarde correríamos descalzos por el agua, sin importarnos el frío.
Y al ponerse el sol, ya abríamos olvidado eternamente esa insondable penita tuya.
¿Te puedo pedir un último favor, hija mía?
Dile a Dios que me vasta volver atrás un pedacito chiquito de tiempo… para detener la bala que ahora destroza tus sesos.
Que final tan inesperado ¡
ResponderEliminarNunca me imaginé tal final...
ResponderEliminar